sábado, 21 de febrero de 2009



El poder del primer plano.
Vanessa Rosa Serafín



En el ring dos pesos pesados de la sociedad de los años 70; en las cuerdas, una cámara que deambula a través de los entresijos de los personajes, cuidadosa para que nada se pierda, y en ocasiones agitada por la acción; un toque documental y unos diálogos tildados de humor.

Frost se oculta bajo corbatas de lunares, fiestas, popularidad, y elegantes mocasines italianos sin cordones; sin embargo, no es más que otro hombre de mirada triste, como Nixon. El director, Ron Howard, ha sabido reflejar la psicología del personaje más allá de la figura de presidente corrupto, y nos topamos con Nixon como un anciano afable, de buen carácter, por el que casi llegamos a sentir lástima y simpatía. Y es gracias a las similitudes que unen a estos dos hombres aparentemente antagónicos, por lo que el dudoso periodista David Frost, sin más apoyo que su propia insistencia, logra desnudar esa capa de mentira y hermetismo, que sin duda hasta el mismo Nixon deseaba romper, simbolizada en sus tradicionales zapatos de cordones, férreamente ajustados. Finalmente, en el último asalto, el presidente queda descalzo y hundido, pero liberado de un peso que doblegaba su espalda, y que callaba a gritos a través de ese sesgo de amargura en la mirada, que asomaba tímidamente cuando saludaba a su pueblo ya perdido.

Hablar de El desafío (2008) es hablar del poder y la gloria perdidos irremediablemente, a través de una vida política que expira su último aliento; y de la gloria alcanzada de forma tan vertiginosa como repentina, un sustancioso golpe de suerte en la historia del periodismo americano.

Desarrollada a partir de angustiosos primeros planos, se trata de una historia de aproximaciones a contraluz, de enfrentamientos cara a cara; no sólo por parte de los protagonistas, sino del espectador. La genialidad del vestuario radica en que pasa a formar parte de la trama, por la perfecta plasmación del carácter de los personajes.

A veces, periodismo y política pueden definirse a través de dos brillantes perspectivas: primerísimos planos de rostros, y enfoques de carísimos zapatos. Ésta es una de ellas.

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