domingo, 22 de marzo de 2009






Las grapas duelen menos
Iván García Sosa

El público llenando el pabellón, la euforia, las luces en el ring, un pasillo vacío, nervios, unas cortinas que se abren, aplausos, gritos... y a luchar. La imagen del éxito pero también de la decadencia, la vieja gloria alcanzada en portadas del pasado, y la miseria y soledad halladas en el presente. El Luchador (2008) es una película de antítesis, de sustantivos contrarios, de sentimientos encontrados.

La nueva creación de Darren Aronofsky es un drama ambientado en la carrera de Randy “The Ram”, un luchador libre profesional, que tras el éxito entra en franco declive. Sufre un infarto que le obliga a abandonar la competición e intenta reconducir su vida, recuperando la relación con su hija y coqueteando con una prostituta y stripper. Ésta se siente identificada con él porque su juventud y belleza también han pasado, aunque ella, a diferencia de Randy, si es capaz de darle una salida a su vida.

Un film que nada tiene que ver con el resto de la filmografía del director, ya que después de la fantasía romántico-alucinatoria de “La Fuente de la Vida” (2006), apuesta ahora por una historia de escenarios realistas, con una puesta en escena casi de documental, que muestra la violencia sin tapujos, la carne viva, las grapas incrustadas, y la cámara al hombro para mostrar los golpes en primeros planos casi subjetivos, muy movidos, a veces en exceso. Con la misma forma de hacer, muestra su vida diaria, su pobreza que raya en desidia, el vértigo de alguien que ve el ocaso llegar y no tiene la madurez mental y ni la fuerza de aceptarlo.

Estética y técnicamente la película es muy coherente, tratando las escenas de un modo que puede recordar a los postulados del Dogma 95. Un personaje que es capaz de hacernos comprender su ansiedad y desesperación, el clavo ardiendo que para él representa su carrera. Un universo de drogas, músculos, sexo de pago, alcohol, lágrimas, golpes y soledad. Un callejón cuya única salida es luchar y saltar sobre un cuadrado rodeado de cuerdas. Una batalla que es un bálsamo comparado con el dolor que le produce su verdadera lucha, la interior.




Pura Sangre

Laura C. Fariña Fariña



Las luces se encienden, el público enloquece, la sangre está a punto de comenzar a brotar; ante nuestros ojos, dos rings: por un lado, el de la trucada y corrompida lucha libre, con su rastro de sangre, sus inmolaciones personales y sus sacrificios, tanto corporales como mentales; y, por otro lado, el ring de la propia vida: una vida vacía, carente de todo sentido más allá de los puñetazos y el endiosamiento al que un luchador puede llegar.

Todo esto es El Luchador (2008) de Darren Aronofsky. Con Mickey Rourke en el papel de su vida, el espectador se adentra en las miserias personales de un personaje con el que siente una empatía poco usual en otros filmes, tal vez porque el propio actor pone demasiado de sí mismo en este juguete roto venido a menos que es (“llámeme”) Randy “The Ram” Robinson, un personaje nada maniqueo, que puede parecer una bestia en algunas de sus acciones pero que, al mismo tiempo, es tan humano como los demás: necesita ganar dinero, aunque sea en trabajos de poca monta, necesita del amor de su familia, e incluso del amor más puro que puede ofrecerle una stripper frustrada (Marisa Tomei) que podríamos considerar el equivalente a Randy en femenino. Pero lo más llamativo de Randy es que necesita más de lo que está acabando con él: la lucha libre, el lugar donde se siente alguien y donde todo el mundo lo quiere, porque el público, como él bien dice, es su familia.

La película, narrada en estilo directo, cámara en mano, representa los vaivenes de la vida, y, sobre todo, el dolor de un corazón roto (en todos los sentidos) que necesita ser reparado. Es curioso como utilizando una serie de tópicos (el padre intentando recuperar a su hija, el enamoramiento “Bella – Bestia”, etc.) se puede llegar a crear una cinta tan brillante. Todo ello es gracias a la mano de Aronofsky, que da su propia visión sobre temas tan manidos como los mencionados, desde un prisma realista, crudo y devastador que cala hondo en el espectador. Este, por un momento, se olvida de su existencia y se mimetiza con “El cordero”, en apariencia un amasijo de músculo, pero que también tiene un corazón agotado porque, como acertadamente escribe Beatriz Maldivia en su crítica sobre esta película: “Hasta los golpes falsos duelen”.
RANDY VS THE RAM
Nayra Izquierdo Reyes

El gran tumulto de espectadores estalla en euforia mientras los contrincantes avanzan hacia el ring, a un lado de las cuerdas; el éxito y la gloria, el personaje del luchador victorioso y triunfante, al otro lado; el rival decrépito, acabado y vulnerable.

El luchador (2008) de Darren Aronofsky, plasma esta idea a través de la historia de Randy, un exitoso profesional de la lucha libre conocido como "The Ram", que, tras el declive de su carrera, sufre un infarto que le obliga a retirarse. En ese instante toma la decisión de reconducir su vida; buscando un nuevo empleo, intentando reconciliarse con su hija e incluso enamorándose de la que será su igual femenino en el film, una stripper que se encuentra en el comienzo del declive de su profesión, al ganar edad y perder belleza.

El director, por medio de la cámara subjetiva y el uso de dos ritmos que se alternan según las escenas, consigue que el espectador se meta de lleno en la piel del protagonista.
Cabe destacar también en este aspecto, la magnífica elección de Mickey Rourke para este papel. Sin duda, sin su interpretación, el personaje no tendría ese matiz tan real, ya que de alguna manera se plasma la propia historia del actor a través del protagonista de la película.

Con el uso de la estética realista y sin censuras de ningún tipo, se muestra la gran lucha interior que se desata, entre los dos personajes que conviven en el protagonista: fuera del ring, Randy y dentro "The Ram". Dos personajes que hacen que el público reflexione sobre la vida del espectáculo y el mundo que lo rodea, sobre las dos caras de la moneda de la fama y el éxito. Como alguien que cree tenerlo todo tras haber conseguido el estrellato, se ve sumergido, después de tocar fondo, en la desesperación por encontrar una salida a su dolor y soledad, donde el único camino final será retornar al mismo pasado que se desea abandonar.

martes, 17 de marzo de 2009

Crítica: Gran Torino


Políticamente incorrecto
Virginia González mesa

Los cinco primeros minutos de Gran Torino (2009) pueden presentarse como la típica cinta americana de serie B que habla de conflictos familiares y entretienen los sábados en la sobremesa, pero cuidado, el último largometraje de Eastwood, que dirige, produce y protagoniza es mucho más que eso y mucho más que un conflicto de raza en el que se mete el héroe americano de turno para salvarlos a todos. En realidad, es una muy inteligente sátira a todo ello, aderezado con un humor que no puede ser más acertado.

Este filme va mucho más allá, nos habla, sobretodo, de la vida y de la muerte, de los valores de la sociedad actual, de las relaciones familiares o, mejor dicho, de las no relaciones familiares, de las diferencias culturales y de sus choques y porqués, sobretodo de sus porqués.
Para ello desarrolla la trama en un barrio de clase media situado en el medio Oeste de los EE.UU. donde se asienta una comunidad Wong (etnia de Laos y Corea, entre otros lugares). A través de la figura de dos jóvenes descubriremos el por qué de cómo actúa un Eastwood que se nos presenta como un abuelo cascarrabias y maniático, viudo recientemente, que no conoce a sus hijos ni estos a él y cómo pasa de odiar a sus vecinos a convertirse en su propia familia a partir de una serie de sucesos que le ocurren a los jóvenes Wong. Entre todos ellos, se mezclan personajes como el del barbero y sobretodo el del sacerdote que, serán claves a la hora de dar sentido al conjunto del filme.

Es un largometraje sin grandes decorados ni vestuarios, de pocos escenarios y pocos actores y del uso de acertados planos. Podría calificarse como sobria en cuanto a su producción pero sin menospreciarla bajo ningún concepto y muy rica en cuanto a su contenido, de esas películas para ver dos veces para captar aún más detalles. Y para quedarnos con una frase: “Más sabe el sabio por viejo que por sabio”.

Críticas: La teta asustada


Florecer
Nubia Alonso Segura

Los caminos hacia la democracia renovada son inescrutables. Más aún si, en la pugna por encabezar la marcha, el puñado de iluminados se toca de clarividencia y siembra de tinieblas donde se prometían haces de luz.
No es posible poner rostro al culpable. En la época del terrorismo en Ayacucho cada cual hizo lo propio, bien lo sabe Fausta.

Militares y senderistas llevaron a cabo un fuego cruzado que sesgó miles de vidas, marcando además la existencia de las generaciones venideras. La teta asustada (2008), el título del filme, hace referencia al mal que padece la protagonista. El suyo es un pavor heredado: una herida abierta antes de nacer.

Tras su ópera prima -Madeinusa (2006)-, Claudia Llosa supera en esta coproducción hispano-peruana el pintoresquismo maniqueo inicial y se abandona a la parquedad narrativa.
Fausta se ha introducido en una papa en la vagina convencida de que así detendrá a los "asquerosos" que osen abusar de ella. El retrato costumbrista se deforma mediante un prisma de autoría para convertirse al realismo mágico.

Tiempo y espacio desdibujan sus marcos y nos devuelven el reflejo de un dolor interior al modo del coreano Kim Ki-Duk; sin embargo, el espectro termina perdiendo intensidad en el autismo de su desgarro.
Abunda la poética visual que se mece en la lengua materna para calmar la asfixia vital. El entramado sincrético se canaliza mediante postales que susurran al espectador la complejidad de un sustrato cultural que, como ayer, persiste en tomar de la tierra la fuerza necesaria para brotar y florecer.

Vida y muerte caminan por el extrarradio polvoriento hasta las entrañas de Lima, donde desfallecen los mitos. Allí, una cerca automática recuerda la preeminencia de la vergonzosa fractura social peruana, en la que las "sirenas de Sierra" continúan absortas contando quinua sin percatarse siquiera de que los músicos, una vez más, han huido con su don mientras reiteran aparatosas reverencias desde la escena europea.
Raíces Maternas
Alicia Rodríguez Ortíz

Entre cánticos, fiestas, temor y sufrimiento desarrolla Claudia Llosa su segundo film:
La Teta asustada (2008), que se abre con el trágico y agonizante cántico en quechua de una madre que narra su violación mientras está embarazada de Fausta, a la cual, le transmite a través de la leche materna una extraña enfermedad no reconocida por los médicos, pero sí socialmente. Fausta, protagonista absoluta de la historia, conseguirá arrancar sus raíces internas y físicas que tanto daño le causan gracias a la ayuda de un amigo que casualmente es jardinero.

La película, ambientada en Perú, centra su atención en expresar la angustiosa vida de Fausta, que vive, o más bien sobrevive, con el temor y desconfianza de que le ocurra lo mismo que a su madre. La protagonista, a pesar de vivir rodeada de bodas y festejos no logra encontrar alivio a su dolor interior causado por el miedo a ser violada, lo que le lleva a introducirse una papa en la vagina. Únicamente a través de sus cantos y letras logrará exteriorizar y apaciguar momentáneamente su trágico sufrimiento.

Las particularidades y vivencias de Perú, son expuestas a través de una peculiar recreación del contexto social. En ella, se contrapone la visión del Perú humilde y rural, divergente del ambiente burgués que no permanece inmune a las inseguridades y temores existenciales. Del mismo modo, habría que destacar el papel de Magaly Solier, ya que interpreta de manera muy satisfactoria a Fausta, un personaje que a través de sus secretos y miradas expresa más que lo contado verbalmente.

Curiosamente, la intensa lucha de Fausta por despojarse de su nefasta herencia materna causante de todos sus males, no es conseguida hasta que logra sacar de raíz sus problemas tanto físicos como internos.

Tránsitos
Atteneri Galván Guanche

El viaje de Fausta ha comenzado. Poco a poco – y siguiendo la idea de la paciente recomposición de un collar de perlas presentado a lo largo del metraje-, la protagonista se verá envuelta en un proceso de maduración, autoexploración y aceptación de su circunstancia vital.

La teta asustada (2008) es pues, una cinta reveladora de vida en su estado puro, pero entendida como resurgimiento a partir de una muerte. Arrancando con un plano sobrecogedor del lamento hecho melodía de una madre que ha sufrido los horrores de una guerra, la película se introducirá de lleno en la realidad de Fausta: su existencia reflejada en un espejo de temores inclementes, ásperos. Tan áspero como el elemento ajeno a su ser que ha introducido como escudo a un mundo que se le antoja bárbaro y feroz. Su viaje físico se entenderá en los parámetros de la necesidad de enterrar a su madre allá donde procede; su viaje hacia la libertad y superación se ajustará al concepto de extirpación de aquello que ella estimará como defensa, pero que sólo actuaría como astilla punzante y reiteración de su recelo.

La meta del tránsito de Fausta experimentará, por tanto, una dualidad significativa: se convertirá no sólo en el digno adiós a una madre doliente, sino también en la propia toma de consciencia de sí misma. A través de primeros planos de los ojos de la protagonista cargados de expresividad emotiva, de bellas composiciones visuales casi rozando lo poético, así como de la conjunción de episodios de estallidos melódicos seguidos de los silencios más elocuentes, la cinta se irá articulando en un notable ejercicio de armonización entre forma y contenido. La joven que no pudiera caminar sin la compañía amiga en un mundo a sus ojos salvaje, verá florecer su identidad tras la redención de la sombra de sus pesares. Un tránsito hacia la liberación. Poco a poco…y perla a perla.

Margaritas
Ana Carreira Galbán

Volver. Esa es la sensación que permanece cuando los títulos de crédito comienzan a caer en la oscuridad. Durante noventa y cuatro minutos la vida queda evidenciada en la pantalla. No, el público no padece La teta asustada (2009), pero las emociones son tan reales y cotidianas que por un momento así lo parece.

Este filme es el reflejo directo y sin escrúpulos del miedo, pero llevado al límite. Fausta posee la enfermedad de la teta asustada. El pánico que sintió su madre durante el embarazo y la lactancia se apropiaron de su ser y de su esencia, hasta tal punto, que se introduce una papa en la vagina por miedo a ser violada.

Las miradas de la protagonista, acompañadas de una magistral interpretación de Magaly Solier, ocupan un punto fundamental de la obra, ya que a través de ellas el público ve reflejadas sus emociones. La mirada posee el don de tocar y atrapar algo que las manos no pueden: el alma; y es el empleo soberbio de los planos lo que conduce a ello, tal y como concibe Balzac su descriptiva prosa.

Cuando se siente miedo se intenta escapar de él. Permanecer eternamente arropada por un muro simula la protección, pero serán las perlas las baldosas que conformarán el camino de Fausta en su huída y símbolo de la protección de las fuerzas negativas.

La vida es elección. Entre jazmines y demás flores preciosas, la protagonista escoge las margaritas, encarnación de las personas que precisan consuelo, naturaleza del ser humano.

lunes, 16 de marzo de 2009

Críticas: "Watchmen"


Gatillazo
Candela Armas Acosta

En los últimos años los superhéroes han tenido un gran tirón en el cine: Batman, Spiderman, x-Men, y un largo etc. Pero quizás a sabiendas de eso los directores ya no se esfuercen por hacer buenas adaptaciones. The Spirit fue el principio del fin de este tipo de producciones, y lo corrobora The Watchmen (2008). En principio prometía, pero no cumplió. En esta ocasión, salvo la ambientación y la música, todo es susceptible de ser olvidado como los originales enmascarados.

Comienza con el genial asesinato del comediante, primera y última gran escena de la película; difícil de imaginar si se tiene en cuenta que por delante quedan aproximadamente 160 minutos.

Es la década de los 80 y en plena Guerra Fría se va a desencadenar una guerra nuclear. En este contexto aparece esta nueva generación de vigilantes. Son unos auténticos antihéroes a los que nadie debería de dejar la salvación del mundo en sus manos. Por otro lado el malo es en el fondo una Teresa de Calcuta en busca de la paz y las escasas peleas son una copia de 300. No cabe duda de que no son los esculturales hombres de Leonidas, salvo una excepción: El Dr. Manhattan. Él sí es un superhéroe de verdad capaz de transformar la materia. También prometía y tampoco cumplió, resultó ser una versión sobrenatural de un hippie que se retira a Marte en busca de un mundo mejor.

Incapaz de darle unidad al conjunto de escenas, el director Zack Snyder va a lo fácil y para llamar la atención del público, juega con escenas eróticas y sexo explícito, al mismo tiempo que inverosímil. Lo peor es el matiz de culebrón venezolano que desvela los verdaderos orígenes de la protagonista Silo Spectre.

En definitiva se echa de menos todos aquellos componentes claves para hacer una buena película de superhéroes: superpoderes. Trajes, capas y armas fantásticas. Peleas. Acción. Una batalla que deje sin aliento y un malo malísimo que muera. Un final que nos haga esperar una próxima entrega.


Electricidad estática
Tamara Chandler Batista

Si el movimiento se distinguiese por caminar, Watchmen (2009) lo haría por ir a gatas. Técnicamente destaca en casi todo, desde la fotografía, los efectos especiales y la iluminación, hasta los ángulos cenitales y a vista de gusano. Pero falla a la hora de desarrollar la historia. Muchos caerían en la fácil comparación entre la novela gráfica y el film, pero una película se debe mantener por sí sola, y ésta no lo hace.

Los enmascarados encarnan a los superhéroes, sin poderes, pero muy ágiles y violentos que se ven relegados a meros habitantes de Nueva York por una ley del presidente Nixon, algo que recuerda mucho a Los Increíbles (2004). Se relaciona la historia de los disfrazados con reconocidas obras de arte como La última cena de Da Vinci (1495/97) y la famosa foto de Eisenstaedt, Día V (1945), para situar a los héroes en los puntos de inflexión históricos de la humanidad. El desencadenante de la narración es el asesinato de El Comediante, destapando no sólo una conspiración para acabar con todos los enmascarados, sino una trama de amenaza nuclear contra EEUU (personificado, en este caso, por Rusia, pero que en los periódicos se leía como Afganistán) y todo esto envuelto por los propios problemas “humanos” de los heroicos protagonistas. El Dr Manhattan, el único personaje desarrollado en el film, con poderes sobrehumanos, mantiene el equilibrio entre las dos potencias.

Lo verdaderamente a recalcar de este largometraje, sería el tono totalmente anti-maniqueísta de sus personajes, algo más común en la vida real, y que caracteriza la novela gráfica de Alan Moore. La Banda sonora subraya el ambiente ochentero en que se basa el film, tomando ejemplos tan acertados como 99 Luftballons (1983) de Nena, o tan desacertados como Me and Bobby McGee (1970) de Janis Joplin. Se entiende que es una realidad alternativa, y por ello se tendrá que perdonar los muchos anacronismos que tiene, Nixon entre ellos.

Lo estático del film, más que la electricidad que atraviesa el cuerpo del Dr Manhattan es, el tiempo. La película se ralentiza como las agujas del reloj apocalíptico, haciendo de las escenas infinitas espirales de falsos finales, desembocando en 168 minutos interminables.

Consejo Disciplinario.
Mirosely Zamora Gutierrez

La Clase (2008), basada en el libro “Entre les Murs” de François Bégaudeau (guionista y protagonista de el filme), nos muestra la historia de un profesor de lengua, que tiene que enfrentarse a diario a un grupo de adolescentes conflictivos pero inteligentes que se ven sumergidos en una marginalidad mental y social. En el otro bando un educador que más allá de ser un simple transmisor de conocimientos, se nos plantea como una persona en continua lucha por mantener el control, el poder y el respeto.
Magníficamente rodada a modo de documental, el director Laurent Cantet, no sólo nos muestras la decadencia a la que pueden llegar las aulas de un instituto, sino que nos pone en situación como si fuéramos uno más de los alumnos. Todas las escenas transcurren dentro de la escuela, nunca se nos revela la vida de los estudiantes ni de los profesores fuera de los muros, lo cual te coloca en una situación asfixiante en ocasiones.
Sin necesidad de una banda sonora, y con un ritmo fílmico que para algunos podría resultar monótono, el largometraje te mantiene centrado en el argumento, sobre todo en los personajes, gracias a los movimientos de cámara que constantemente nos muestran los rostros de los mismos y por consiguiente sus emociones.
Al final del camino nos estrellamos con un sistema educativo y disciplinario que tira de la cuerda hasta que no queda más remedio que soltarla para no ser el primero en caer. Esperar hasta que el último recurso sea el de expulsar a un alumno y que otros arreglen el problema que ellos no han podido o querido solucionar. La Clase, no da soluciones, ni enseñanzas, ni metáforas; simplemente plantea una cantidad de problemas, en este caso ambientados en Francia, pero que lamentablemente encontramos en el resto del mundo.


Cierta clase de documental
Vanessa Rosa Serafín

Prohibido traspasar la salida del instituto. Entre la clase, el patio y el despacho de profesores se desarrolla el juego.

Un curso completo entre profesores y alumnos, de forma franca, directa, alejada de tópicos. Según éste va avanzando, se conoce un poco más la amalgama tan variada de jóvenes franceses; el espectador se instala a tiempo completo en una de esas clases de pintura ajada. Se puede recordar el ambiente del instituto, caracterizado por el colorido de las ropas, de los peinados, de las actitudes que representan a cada cual.

Al otro lado, François. Se muestra como un profesor de perfil poco definido, por encima de lo maniqueo, con las ideas claras a favor del alumno; sin embargo ese curso va a evolucionar hacia la pérdida de la paciencia y de su talante positivo, algo por otro lado totalmente comprensible.

Se trata de un filme en el que se concentra todo lo que sucede en cualquier instituto: los perfiles de los profesores, y de los alumnos, los problemas sociales que están detrás de ellos, sus inquietudes, sus miedos, sus recelos, sus reacciones. Lejos del desarrollo usual del cine, La clase (2008) no tiene principio ni fin, ni se dirige hacia un objetivo; lo más cercano a ello es que se encuadra dentro de un curso escolar, que comienza y acaba, como base para el discurso.

A pesar de este acertado retrato del instituto francés, de esa reflexión sobre la enseñanza actual, todo el peso del filme recae sobre el interminable diálogo, sin lugar para una banda sonora que aporte dinamismo.

Con una textura fotográfica cercana al documental; así como una forma de resolver la película a partir de primeros planos, -que producen una sensación de encerramiento desde la perspectiva del alumnado-, provoca que La clase se vaya volviendo cada vez más insufrible a lo largo de las dos horas y ocho minutos que dura la cinta.

Laurent Cantet propone un acercamiento sin tapujos a la variopinta sociedad francesa, ejemplificada en las situaciones y conflictos surgidos por las diversas culturas que se dan cita en el instituto. Una clase, al fin, que es capaz de sumir al público en una acuciante monotonía. Nada más semejante a una auténtica vuelta al instituto. Ya se escucha resonar el timbre de entrada. Literatura. 8:30.

miércoles, 11 de marzo de 2009




UNA SERIE DE DESAFORTUNADAS RESPUESTAS
Tamara Chandler Batista


Al final, todas las películas son iguales. Lo excepcional no es la historia, sino cómo contarla. Danny Boyle, de vuelta al género que le haría famoso, responde de forma brutalmente realista consiguiendo resaltar un audaz contraluz de la sociedad de los slums de Mumbai (Bombay). Slumdog Millionaire relata un camino de ida y vuelta, donde el destino se muestra tan importante como el propio recorrido. Al fin y al cabo cuenta, respondiendo, que el destino es simplemente el fin de todo cuanto se ha andado.

A través de los recuerdos, narra como un slumdog (lo más bajo de la sociedad de India) sin estudios, consigue llegar al famoso programa de T.V ¿Quieres ser Millonario? Y acertar cada pregunta, descubriendo que en sí mismo, se haya la respuesta. El concurso funciona como columna vertebral del guión, saltando de pregunta en pregunta a medida que va desvelando, a través de los flashbacks, el motivo de sus aciertos, introduciéndose en la serie de desafortunadas respuestas que ilustran su supervivencia infantil.

Comprometido con los sonidos nativos desde la música, las calles y el ambiente,... el film brilla de vitalidad sonora. Ya era común oír en sus películas la música electrónica como en Trainspotting (1996), La Playa (2001) o 28 días después (2002). A.R. Rahman fusiona el ambiente puramente europeo con el sensual ritmo Indio de Bollywood. La vitalidad mostrada en el campo de la música encuentra su homónimo en la puesta en escena. Es aquí donde se revela la impronta personal del director. Planos cerrados, cámara en mano
y mucha acción en las diferentes secuencias, recrean el realismo social al que se está tan acostumbrado en el cine inglés. La iluminación oscila entre la naturalidad de los interiores y exteriores diurnos, con la llamativa luz efectista de las tomas nocturnas, si bien es cierto, que en las escenas dedicadas al programa de T.V se sigue el canon propio del mismo.

Si al final es el destino lo que se espera, éste solo se descubrirá a lo largo de la vida, o eso, al menos, es lo que cuenta Jamal.



LOS ZAPATOS DEL PODER

Virginia González Mesa


“El Desafío”, (2008) nos cuenta una historia real de la década de los años 70, de cómo el presidente más polémico de la historia de los EE.UU., Richard Nixon, interpretada por un impecable Frank Langella, se sienta frente a las cámaras de televisión guiadas por un showman televisivo de origen británico, David Frost, impulsador del proyecto de entrevistar al presidente y por el que nadie apostaba. Ni su equipo, ni las cadenas televisivas ni los patrocinadores creían que fuera un digno contrincante para sentarse, tres años después de ser el primer presidente en dimitir de su puesto en la Casablanca, a un presidente aparentemente imbatible.
Nixon se mostrará desafiante, confiado y entero en los dos primeros rodajes de la entrevista pero sucederá algo que dará un giro al desarrollo de la misma y en la última entrevista Frost logrará sacar al Nixon abatido, consciente de sus actos…casi llega a darnos pena ese anciano, más que hacerle sentir culpable se puede ser capaz de llegar a consternarnos.
Ron Howard, director de la película adapta el guión teatral de Peter Morgan para hacer esta gran obra que, más que por su tema, que es lo que aparentemente más interesa del largometraje nos atrapa con un juego de planos bastante rítmico, nos extrae el carácter del personaje a través de ellos y los evidencia con acertados primeros planos y detalle.
A todo esto debemos sumarle una estética setentera sumamente cuidada desde las paredes, pasando por los muebles a la luz ambiente y por supuesto en el vestuario. Además nos deja ver a una sociedad defraudada con la máxima de su país, la democracia, que queda en tela de juicio con los actos de su presidente.
Pero más allá de todo ello pone al mismo nivel a dos personas aparentemente antagónicas, que más que desafiarse revelarán inesperadamente tal y como son y no como aparentan ser. Y como unos simples zapatos pueden significar tanto en la identidad de una persona.