martes, 17 de marzo de 2009

Críticas: La teta asustada


Florecer
Nubia Alonso Segura

Los caminos hacia la democracia renovada son inescrutables. Más aún si, en la pugna por encabezar la marcha, el puñado de iluminados se toca de clarividencia y siembra de tinieblas donde se prometían haces de luz.
No es posible poner rostro al culpable. En la época del terrorismo en Ayacucho cada cual hizo lo propio, bien lo sabe Fausta.

Militares y senderistas llevaron a cabo un fuego cruzado que sesgó miles de vidas, marcando además la existencia de las generaciones venideras. La teta asustada (2008), el título del filme, hace referencia al mal que padece la protagonista. El suyo es un pavor heredado: una herida abierta antes de nacer.

Tras su ópera prima -Madeinusa (2006)-, Claudia Llosa supera en esta coproducción hispano-peruana el pintoresquismo maniqueo inicial y se abandona a la parquedad narrativa.
Fausta se ha introducido en una papa en la vagina convencida de que así detendrá a los "asquerosos" que osen abusar de ella. El retrato costumbrista se deforma mediante un prisma de autoría para convertirse al realismo mágico.

Tiempo y espacio desdibujan sus marcos y nos devuelven el reflejo de un dolor interior al modo del coreano Kim Ki-Duk; sin embargo, el espectro termina perdiendo intensidad en el autismo de su desgarro.
Abunda la poética visual que se mece en la lengua materna para calmar la asfixia vital. El entramado sincrético se canaliza mediante postales que susurran al espectador la complejidad de un sustrato cultural que, como ayer, persiste en tomar de la tierra la fuerza necesaria para brotar y florecer.

Vida y muerte caminan por el extrarradio polvoriento hasta las entrañas de Lima, donde desfallecen los mitos. Allí, una cerca automática recuerda la preeminencia de la vergonzosa fractura social peruana, en la que las "sirenas de Sierra" continúan absortas contando quinua sin percatarse siquiera de que los músicos, una vez más, han huido con su don mientras reiteran aparatosas reverencias desde la escena europea.
Raíces Maternas
Alicia Rodríguez Ortíz

Entre cánticos, fiestas, temor y sufrimiento desarrolla Claudia Llosa su segundo film:
La Teta asustada (2008), que se abre con el trágico y agonizante cántico en quechua de una madre que narra su violación mientras está embarazada de Fausta, a la cual, le transmite a través de la leche materna una extraña enfermedad no reconocida por los médicos, pero sí socialmente. Fausta, protagonista absoluta de la historia, conseguirá arrancar sus raíces internas y físicas que tanto daño le causan gracias a la ayuda de un amigo que casualmente es jardinero.

La película, ambientada en Perú, centra su atención en expresar la angustiosa vida de Fausta, que vive, o más bien sobrevive, con el temor y desconfianza de que le ocurra lo mismo que a su madre. La protagonista, a pesar de vivir rodeada de bodas y festejos no logra encontrar alivio a su dolor interior causado por el miedo a ser violada, lo que le lleva a introducirse una papa en la vagina. Únicamente a través de sus cantos y letras logrará exteriorizar y apaciguar momentáneamente su trágico sufrimiento.

Las particularidades y vivencias de Perú, son expuestas a través de una peculiar recreación del contexto social. En ella, se contrapone la visión del Perú humilde y rural, divergente del ambiente burgués que no permanece inmune a las inseguridades y temores existenciales. Del mismo modo, habría que destacar el papel de Magaly Solier, ya que interpreta de manera muy satisfactoria a Fausta, un personaje que a través de sus secretos y miradas expresa más que lo contado verbalmente.

Curiosamente, la intensa lucha de Fausta por despojarse de su nefasta herencia materna causante de todos sus males, no es conseguida hasta que logra sacar de raíz sus problemas tanto físicos como internos.

Tránsitos
Atteneri Galván Guanche

El viaje de Fausta ha comenzado. Poco a poco – y siguiendo la idea de la paciente recomposición de un collar de perlas presentado a lo largo del metraje-, la protagonista se verá envuelta en un proceso de maduración, autoexploración y aceptación de su circunstancia vital.

La teta asustada (2008) es pues, una cinta reveladora de vida en su estado puro, pero entendida como resurgimiento a partir de una muerte. Arrancando con un plano sobrecogedor del lamento hecho melodía de una madre que ha sufrido los horrores de una guerra, la película se introducirá de lleno en la realidad de Fausta: su existencia reflejada en un espejo de temores inclementes, ásperos. Tan áspero como el elemento ajeno a su ser que ha introducido como escudo a un mundo que se le antoja bárbaro y feroz. Su viaje físico se entenderá en los parámetros de la necesidad de enterrar a su madre allá donde procede; su viaje hacia la libertad y superación se ajustará al concepto de extirpación de aquello que ella estimará como defensa, pero que sólo actuaría como astilla punzante y reiteración de su recelo.

La meta del tránsito de Fausta experimentará, por tanto, una dualidad significativa: se convertirá no sólo en el digno adiós a una madre doliente, sino también en la propia toma de consciencia de sí misma. A través de primeros planos de los ojos de la protagonista cargados de expresividad emotiva, de bellas composiciones visuales casi rozando lo poético, así como de la conjunción de episodios de estallidos melódicos seguidos de los silencios más elocuentes, la cinta se irá articulando en un notable ejercicio de armonización entre forma y contenido. La joven que no pudiera caminar sin la compañía amiga en un mundo a sus ojos salvaje, verá florecer su identidad tras la redención de la sombra de sus pesares. Un tránsito hacia la liberación. Poco a poco…y perla a perla.

Margaritas
Ana Carreira Galbán

Volver. Esa es la sensación que permanece cuando los títulos de crédito comienzan a caer en la oscuridad. Durante noventa y cuatro minutos la vida queda evidenciada en la pantalla. No, el público no padece La teta asustada (2009), pero las emociones son tan reales y cotidianas que por un momento así lo parece.

Este filme es el reflejo directo y sin escrúpulos del miedo, pero llevado al límite. Fausta posee la enfermedad de la teta asustada. El pánico que sintió su madre durante el embarazo y la lactancia se apropiaron de su ser y de su esencia, hasta tal punto, que se introduce una papa en la vagina por miedo a ser violada.

Las miradas de la protagonista, acompañadas de una magistral interpretación de Magaly Solier, ocupan un punto fundamental de la obra, ya que a través de ellas el público ve reflejadas sus emociones. La mirada posee el don de tocar y atrapar algo que las manos no pueden: el alma; y es el empleo soberbio de los planos lo que conduce a ello, tal y como concibe Balzac su descriptiva prosa.

Cuando se siente miedo se intenta escapar de él. Permanecer eternamente arropada por un muro simula la protección, pero serán las perlas las baldosas que conformarán el camino de Fausta en su huída y símbolo de la protección de las fuerzas negativas.

La vida es elección. Entre jazmines y demás flores preciosas, la protagonista escoge las margaritas, encarnación de las personas que precisan consuelo, naturaleza del ser humano.

No hay comentarios:

Publicar un comentario