domingo, 22 de marzo de 2009






Las grapas duelen menos
Iván García Sosa

El público llenando el pabellón, la euforia, las luces en el ring, un pasillo vacío, nervios, unas cortinas que se abren, aplausos, gritos... y a luchar. La imagen del éxito pero también de la decadencia, la vieja gloria alcanzada en portadas del pasado, y la miseria y soledad halladas en el presente. El Luchador (2008) es una película de antítesis, de sustantivos contrarios, de sentimientos encontrados.

La nueva creación de Darren Aronofsky es un drama ambientado en la carrera de Randy “The Ram”, un luchador libre profesional, que tras el éxito entra en franco declive. Sufre un infarto que le obliga a abandonar la competición e intenta reconducir su vida, recuperando la relación con su hija y coqueteando con una prostituta y stripper. Ésta se siente identificada con él porque su juventud y belleza también han pasado, aunque ella, a diferencia de Randy, si es capaz de darle una salida a su vida.

Un film que nada tiene que ver con el resto de la filmografía del director, ya que después de la fantasía romántico-alucinatoria de “La Fuente de la Vida” (2006), apuesta ahora por una historia de escenarios realistas, con una puesta en escena casi de documental, que muestra la violencia sin tapujos, la carne viva, las grapas incrustadas, y la cámara al hombro para mostrar los golpes en primeros planos casi subjetivos, muy movidos, a veces en exceso. Con la misma forma de hacer, muestra su vida diaria, su pobreza que raya en desidia, el vértigo de alguien que ve el ocaso llegar y no tiene la madurez mental y ni la fuerza de aceptarlo.

Estética y técnicamente la película es muy coherente, tratando las escenas de un modo que puede recordar a los postulados del Dogma 95. Un personaje que es capaz de hacernos comprender su ansiedad y desesperación, el clavo ardiendo que para él representa su carrera. Un universo de drogas, músculos, sexo de pago, alcohol, lágrimas, golpes y soledad. Un callejón cuya única salida es luchar y saltar sobre un cuadrado rodeado de cuerdas. Una batalla que es un bálsamo comparado con el dolor que le produce su verdadera lucha, la interior.




Pura Sangre

Laura C. Fariña Fariña



Las luces se encienden, el público enloquece, la sangre está a punto de comenzar a brotar; ante nuestros ojos, dos rings: por un lado, el de la trucada y corrompida lucha libre, con su rastro de sangre, sus inmolaciones personales y sus sacrificios, tanto corporales como mentales; y, por otro lado, el ring de la propia vida: una vida vacía, carente de todo sentido más allá de los puñetazos y el endiosamiento al que un luchador puede llegar.

Todo esto es El Luchador (2008) de Darren Aronofsky. Con Mickey Rourke en el papel de su vida, el espectador se adentra en las miserias personales de un personaje con el que siente una empatía poco usual en otros filmes, tal vez porque el propio actor pone demasiado de sí mismo en este juguete roto venido a menos que es (“llámeme”) Randy “The Ram” Robinson, un personaje nada maniqueo, que puede parecer una bestia en algunas de sus acciones pero que, al mismo tiempo, es tan humano como los demás: necesita ganar dinero, aunque sea en trabajos de poca monta, necesita del amor de su familia, e incluso del amor más puro que puede ofrecerle una stripper frustrada (Marisa Tomei) que podríamos considerar el equivalente a Randy en femenino. Pero lo más llamativo de Randy es que necesita más de lo que está acabando con él: la lucha libre, el lugar donde se siente alguien y donde todo el mundo lo quiere, porque el público, como él bien dice, es su familia.

La película, narrada en estilo directo, cámara en mano, representa los vaivenes de la vida, y, sobre todo, el dolor de un corazón roto (en todos los sentidos) que necesita ser reparado. Es curioso como utilizando una serie de tópicos (el padre intentando recuperar a su hija, el enamoramiento “Bella – Bestia”, etc.) se puede llegar a crear una cinta tan brillante. Todo ello es gracias a la mano de Aronofsky, que da su propia visión sobre temas tan manidos como los mencionados, desde un prisma realista, crudo y devastador que cala hondo en el espectador. Este, por un momento, se olvida de su existencia y se mimetiza con “El cordero”, en apariencia un amasijo de músculo, pero que también tiene un corazón agotado porque, como acertadamente escribe Beatriz Maldivia en su crítica sobre esta película: “Hasta los golpes falsos duelen”.
RANDY VS THE RAM
Nayra Izquierdo Reyes

El gran tumulto de espectadores estalla en euforia mientras los contrincantes avanzan hacia el ring, a un lado de las cuerdas; el éxito y la gloria, el personaje del luchador victorioso y triunfante, al otro lado; el rival decrépito, acabado y vulnerable.

El luchador (2008) de Darren Aronofsky, plasma esta idea a través de la historia de Randy, un exitoso profesional de la lucha libre conocido como "The Ram", que, tras el declive de su carrera, sufre un infarto que le obliga a retirarse. En ese instante toma la decisión de reconducir su vida; buscando un nuevo empleo, intentando reconciliarse con su hija e incluso enamorándose de la que será su igual femenino en el film, una stripper que se encuentra en el comienzo del declive de su profesión, al ganar edad y perder belleza.

El director, por medio de la cámara subjetiva y el uso de dos ritmos que se alternan según las escenas, consigue que el espectador se meta de lleno en la piel del protagonista.
Cabe destacar también en este aspecto, la magnífica elección de Mickey Rourke para este papel. Sin duda, sin su interpretación, el personaje no tendría ese matiz tan real, ya que de alguna manera se plasma la propia historia del actor a través del protagonista de la película.

Con el uso de la estética realista y sin censuras de ningún tipo, se muestra la gran lucha interior que se desata, entre los dos personajes que conviven en el protagonista: fuera del ring, Randy y dentro "The Ram". Dos personajes que hacen que el público reflexione sobre la vida del espectáculo y el mundo que lo rodea, sobre las dos caras de la moneda de la fama y el éxito. Como alguien que cree tenerlo todo tras haber conseguido el estrellato, se ve sumergido, después de tocar fondo, en la desesperación por encontrar una salida a su dolor y soledad, donde el único camino final será retornar al mismo pasado que se desea abandonar.

No hay comentarios:

Publicar un comentario