domingo, 5 de abril de 2009

Críticas: "Blindness"


En Blanco
Alicia Rodríguez Ortíz

Los ocasionales fundidos en negro y blanco introducen al espectador en la angustiosa situación de perder la visión repentinamente y sin motivo aparente. Poco a poco y sin ningún problema ocular que justifique la extraña “epidemia” de ceguera, la población se ve contagiada de esta enfermedad inusual, entrando con ello en un caos físico y espiritual.

Basada en la obra de Saramago, A ciegas (2008), centra su atención en el primer grupo afectado por esta extraña enfermedad. Diferentes personajes, aparentemente sin nada en común, se ven recluidos en cuarentena a la espera de la solución del problema. Aislados, olvidados, hambrientos y sumidos en un mar blanco del que no pueden escapar, se ven inmersos en una situación totalmente desconocida y autárquica en donde no importan los nombres, profesiones o estratos sociales que desempeñaban, lo importante es salir de esa situación.

A través de un lenguaje visual cargado de primeros planos, imágenes desenfocadas y ausencias de color, se intenta transmitir al espectador la sensación que viven los protagonistas, traspasando fuera de la pantalla el ambiente de terror y desconcierto en el que se encuentran los personajes. Es destacable de igual manera, el desarrollo rítmico con el que dota Fernando Meirelles al film, ajustándose fielmente y en dos horas al texto modelo.

Paradójicamente, la única persona que no logra perder la visión es la esposa de un oculista que por el contrario sí lo ha hecho, la cual, a pesar de contar con el anhelo de los demás, se encuentra sin rumbo, en blanco ante la desconcertante situación, convirtiéndose, irónicamente en guía de los demás.
Ceguera voluntaria
Mirosely Zamora Gutierrez

A ciegas (2009) un filme basado en la novela de José Saramago “Ensayo sobre una Ceguera”, nos adentra en una sociedad que, sin saber el porqué, progresivamente va perdiendo la visión, produciéndose un desconcierto generalizado.

Ante lo desconocido el confinamiento de las masas en una especie de campo de concentración, donde todas las reglas “morales correctas” van paulatinamente desapareciendo consecuencia de la desesperación, del no saber que hacer, de la pérdida del control. Como resultado el caos total.
La película nos representa magistralmente a un colectivo y no a un individuo. Aunque algunos personajes despuntan como protagonistas, nunca se ahonda en su psiquis personal sino en una unidad social reflejada, en este caso, en un pequeño núcleo de habitantes enclaustrados y llevados a los limites de su realidad habitual.

Técnicamente, el largometraje, nos hipnotiza con colores como el azul y el gris; con escenas borrosas y otras en las que la oscuridad o una intensa luz blanca nos hace forzar la vista para distinguir las imágenes. Nosotros también nos estamos quedando ciegos.
El único personaje de la película que ve (interpretado por Julianne Moore) lo podríamos considerar como el reflejo de nuestro subconsciente; nos muestra a lo que puede llegar una sociedad que voluntariamente se venda los ojos. Padecemos de una grave enfermedad y que carecemos de cura. Sufrimos una ceguera voluntaria; no vemos, pero tampoco somos vistos.
Blanco sobre blanco
Vanessa Rosa Serafín

Quedarse en blanco. Tropezar con el bordillo de la acera. Extender las manos en el vacío. Sentir que la desorientación lo inunda todo.

En un mundo ciego, y a ciegas, conservar la visión se convierte de bendición a castigo. No es más que un camino solitario en el que el aislamiento está garantizado. El mundo ya no es el mundo, el hombre ya no es hombre. Ni le importa. Sin visión no hay horror. Así la sufrida protagonista es el único testigo de la degradación humana. La vista perdida se proclama como metáfora del orden, la limpieza y la moral. Cuando todo esto desaparece los instintos más bajos del ser humano afloran como la maleza. Ya lo reflejó con la misma crudeza Meirelles en Ciudad de Dios. La desesperación atrapa al espectador desde el comienzo, tal y como si se tratase de esta repentina epidemia. Hasta las imágenes religiosas tapan sus ojos inciertos ante el drama.

De forma horrible se expresa la impotencia, la vida entre luces y sombras, a través de los planos subjetivos, en los que reina el sonido y la congoja a partes iguales. Geniales son algunos detalles, como la referencia a Stevie Wonder, o la sugerente paradoja del ciego disparando, cámara fotográfica en mano.

La importancia de esta reflexión no radica en lo que sucede cuando la sociedad se sume de lleno en el caos, las acciones deplorables de las que es capaz el ser humano, sino en el hecho de que el espectador se solidariza con la protagonista, porque sólo ellos pueden ver el espanto. Sin marcar esta diferencia que se antoja casi como la frontera entre el bien y el mal, entre en cielo e infierno, entre luz y sombra, no existe película, no hay historia que contar. Julianne Moore es el único anclaje con la realidad perdida. Sólo cuando ésta se recupera, simbolizada con el hogar, la seguridad, y los valores como el amor y el reencuentro, puede la ceguera evaporarse; tan inesperadamente como llegó.

A ciegas (2008) es una experiencia en la que el espectador se encuentra como atrapado en una obra de Malevich, la filosofía de Saramago y la dura poesía de Meirelles. Es ese el mismo espectador que, al encenderse las luces de la sala, respira aliviado luciendo una media sonrisa, y ladea su mirada reconociendo al desconocido compañero de butaca.

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